jueves, 26 de febrero de 2009

La luna naranja cumple un año!





La luna naranja cumple hoy 1 año...

Fue creada con la ilusión de llegar a otros, de transmitir letras con poesía, arte con encanto mediante la difusión de producciones inéditas realizadas por escritores e ilustradores de literatura infantil y juvenil.

Gracias a todos por llegar desde cada rinconcito del mundo.
Por los mails, las palabras, el cariño...

Pidamos tres deseos...

y sigamos creciendo juntos!

Feliz cumpleaños!!!


Un especial agradecimiento a Matías Acosta por la emocionante ilustración aniversario.

Abrazos con gusto a cuento!

Coni Salgado




Gracias Sandra Conejeros por este regalito!




domingo, 22 de febrero de 2009

La corchea traviesa




Erase una vez una corchea traviesa que se había aburrido de su vida, tristemente olvidada entre las hojas polvorientas de una partitura.
Su vida colgada de la línea de un pentagrama, le parecía de lo más monótona. Por eso un día decidió escarpase cuando las manos distraídas de un músico, abrieron la partitura justo en la hoja en que se encontraba colgada. Se deslizo discretamente sin que nadie se diera cuenta, dejando su lugar en blanco.
Ahí empezó su aventura por el mundo, caminando incansablemente.
Así, un día se asomo a la puerta de un teatro en el que se presentaba un pianista conocido. De escondidas, la corchea se fue a sentar sobre la partitura de aquel pianista...

-Estas desafinando negra!
- No, no soy yo, es la fusa!
- No, no somos nosotras, miren es esta corchea!....

Provoco tal alboroto, que el coro desafino...y tuvo que escaparse nuevamente corriendo!

Se dió definitivamente cuenta que su vida ya no era de partituras! Entonces decidió cambiar de rumbo!

Saliendo del teatro se dirigió hacia un pueblito donde estaban festejando el Santo del lugar. Ahí estaba tocando una banda, y la corchea se sentó a tomar el sol sobre la corneta de una trompeta. Se resbalo como en un tobogán hasta la garganta del músico que se atraganto con ella

Pjrrr! Que pasa?.........

Los demás músicos lo miraron chueco por el error cometido. Y la corchea solo tuvo tiempo de escaparse, saliendo soplada por los labios del músico enojado!
Decidió entonces buscar otro lugar para vivir. Después de muchos días de viaje, llego cansada, enflaquecida y un poco desafinada, a las orillas del lago Titicaca.

Se acerco despacito a un niño silencioso que estaba ahí, pastando sus llamas. La silueta del niño se confundía con el paisaje tranquilo y transparente del altiplano, donde los colores son tan orgullosos como la rebeldía acallada.
La corchea se quedo totalmente hipnotizada por tanta belleza tan violentamente tierna.

El niño entonces saco de su bolsillo curtido de frío y días de pan duro, una zampoña...y como cada día empezó a tocar la melodía de su viaje interior, que escapaba multiplicada por los tubos de su instrumento. La corchea se deslizo en una de las cañas y espero el momento oportuno para intervenir...

Niño y corchea, corchea y niño se hicieron amigos por siempre!




∞ La zampoña o flauta de pan es un instrumento musical de viento.




Texto: Michelle Déchelette

Ilustración : Marcelo López

sábado, 14 de febrero de 2009

Lara y el pez




Incapaz de sentirse pez en el agua quiso ser hombre de piernas largas, nariz aguileña y heridas profundas. Movió sus aletas con todas sus fuerzas y así, sin más, logró salir del estanque.

Fue a dar contra el piso de mármol que rodeaba todo lo alguna vez conocido y tirado comprendió que sus branquias no funcionaban en la tierra.

Sus gritos llegaron a los oídos atentos de una niña caritriste que paseaba por el jardín. Lara, como siempre, se había soltado de la mano de su madre en el intento por descubrir aquello que sus ojos no le mostraban. Quiso ver sin ser vista pero, a cambio, oyó el pedido de auxilio. Lara dio vueltas sobre si misma intentando encontrar de donde venía el sonido, pero no halló a nadie cerca.



- ¡Estoy en el piso!



Lara bajó la vista y se encontró con un pequeño pez dorado retorciéndose.

- Tirame al agua.

Lara dudó un segundo pero cumplió la orden: lo devolvió al agua y vio las pequeñas burbujas formarse mientras su nuevo amigo respiraba de nuevo. Antes de poder preguntarle si estaba bien, Lara escuchó a su mamá que la llamaba y miró alrededor. El jardín era en sus ojos una jungla: el piso de piedra fría se mezclaba con los árboles y de vez en cuando una estatua le hacía una mueca.

-¿Estás ahí? Me tengo que ir- la voz de Lara llegó al estanque distorsionada.

Del agua emergió solamente la boca de Pez. Lara lo escuchaba atenta, sus palabras sonaban cristalinas. Le contó que a pesar de que podía respirar perfectamente en el agua era incapaz de entenderle una sola palabra a los demás peces: nunca sabía adónde tenía que ir, como encontrar comida o hacerse amigo de alguna pececita. Sentía que allá arriba con esos seres capaces de moverse sin nadar podría ser feliz. Después de pensarlo mucho, muchísimo tiempo decidió saltar. El relato se estaba haciendo largo y la mamá de Lara se acercaba. Jamás pensó que lo lograría en el primer intento. El pececito aún hablaba, pero la mamá de Lara la había agarrado de la mano y se la llevaba rápido. La niña hizo un gesto que Pez no comprendió.

Rodeado otra vez de la misma agua sus aletas tristes se sintieron aún más tristes. Siempre había creído que el idioma que él hablaba y que los demás peces no podían entender era el de esos animales longilineos que los visitaban días tras día; ahora estaba seguro. Esos animales se acercaban (unos más, otros un poco menos) los miraban maravillados, les arrojaban algo que parecía comida y unos segundos más tarde se iban para no volver jamás. Ahora ella también se había ido.

Pensando en saltar, nunca imaginó que el aire allá arriba sería distinto. Se quedó esperando en un costado oscuro del estanque. Supuso que algún día aprendería a hablar el lenguaje de sus compañeros o que, quizás, un día el aire de allí abajo se volvería tan espeso como el de arriba y el ya no sería capaz de respirarlo.

Pasaron los minutos y el recuerdo de la niña de ojos triste y cabello alegre se le fue distorsionando, como si en verdad nunca hubiera saltado fuera del estanque. Decidió dormir.

Vio a esa misma niña ya mayor. La sintió a su lado, supuso que ella había sido capaz de encontrar una manera de hacerlo respirar fuera del agua. Quizás lo llevara en una bolsa. Al bajar la vista vio un par de piernas larguisimas y entendió que eran suyas. Caminaban de la mano por un lugar desconocido. El piso que pisaban sus pies recién adquiridos no era frío como el que conoció al salir del estanque. En cambio, su calor se deslizaba entre los dedos, algo rugoso, capaz hasta de lastimar la piel de sus talones. La punta de su nariz se despabiló de golpe, sintió la frescura que lo inundaba y olió por primera vez. Pero el olor a sal que lo rodeaba era distinto que el olor en las manos de ella y se sintió desconcertado.



- Es que estamos en la playa- dijo ella y nada más.

La luz de la Luna empezaba a iluminar la noche y dos jóvenes de piernas largas y hermosas caminaban de la mano. Pez la miró a los ojos y Lara le devolvió una mirada pícara. A lo lejos, el ruido de unos grillos, el croar de unos sapos y la risa de Lara mientras él le acariciaba el pelo y se dirigían al mar.




lunes, 2 de febrero de 2009

Las verduras de mi barrio





A la vuelta de mi casa
hay una verdulería
donde no sé cómo pasa
lo que veo todos los días.

Cuando llego me saludan
enseguida los tomates
y yo quedo casi muda
al ver que me ofrecen mate.

Después, son las zanahorias
que vienen a darme charla
y me cuentan sus historias
anaranjadas y largas.

Al rato es la espinaca
la que con risas se asoma
mientras las hojas de albahaca
se ponen a inventar bromas.

Pocos minutos después
hay varios morrones rojos
que hablan todos a la vez
bien delante de mis ojos.

Berenjenas, rabanitos,
lechugas y coliflores,
repollos y zapallitos,
conversan de sus amores.

Y aunque esto sucede a diario
siempre es grande mi sorpresa,
las verduras de mi barrio
son realmente traviesas.